jueves, 2 de febrero de 2012

Carta no enviada

Tenía tanto miedo que las palabras se perdiesen en el intento de querer ser eternas, que me fue difícil poder cantárselas bajito rosando su oído, más el miedo de visitar alguna imagen rota en la memoria. Sólo quería correr y dejar que la turbulencia del viento golpeando mi cara, y más allá las gotas de la brisa marina escapándose lejos por sobre las rocas pudiesen de una vez quitarme esa venda en mis labios para decirle al fin cuanto era que en verdad la necesitaría. Corrí lejos como queriendo adoptar la ligereza del viento y su fluidez, y hacerme camino entre tanta gente, reptando el aire y recitarle estas palabras que intentan ser poesía.. .

Sé que mirabas como esperando esas palabras románticas con las que los hombres suelen enamorar, pero tengo miedo de ser como ellos, y romper mis promesas como muy bien suelen despedazarse.
Sé que reposabas sobre mi pecho, como para asegurarte que la turbulencia de el, luego de besarnos, aún continuase alborotando al corazón, pero la verdad, es que a tu lado me siento tan  calmo, que esos turbulentos ritmos los transformo en historias en mis recuerdos, quizá en escritos aquí en este universo en calma, y me recuesto sobre tu falda y logro ver nuestro sueño en tu mirada.
También creo haber visto en la mueca de tu mirada un brillo, el mismo que creo ver al besarte luego de cerrar los ojos e intento dibujar unas palabras con los planetas sobre tu cuello, como queriendo recitarte unas cuantas caricias para enamorarte.

Que más decir si cada una de estas palabras pueden ser mentiras.. .

O si gustas, podríamos aventurarnos al espacio de esas palabras, un día, alguna noche, pasar unos segundos eternos bajo la noche estrellada precipitada de felicidad.

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