sábado, 23 de junio de 2012

La respuesta a la pregunta


Estábamos sentados en la banca de uno de los miradores del puerto de Valparaíso.
La verdad ya ni me acuerdo que hablábamos en definitiva, lo que si, aún recuerdo en lo que quedé pensando por largo tiempo, y más largo aún los minutos en responder tu pregunta.
¿En que piensas? - me preguntaste- 
Y yo, así un poco en medio de todas esas palabras que se entrecruzaban, y superponían  en mi cabeza, me demoré un rato en contestarte. Hasta que al fin dí con la palabra que me permitía hilar las demás. 
Este... nada, no, la verdad es que, descompuse la métrica de tus palabras y resultó que esta, aún más que la masonería, sigue un compás casi inalterable en el que los cuadrados y los triángulos generan ángulos que parecen imposibles de realizarse en este mundo tan deforme. Quise descomponer un par de tus palabras, pero no me quedó más remedio que volver a su recurso esencial (el concepto, lo abstracto), para poder determinar de mejor manera el significado en las palabras correctas para su clasificación. Pensaba también, que de cierta manera, alguna vez quise cambiar eso, de que la estructura rígida del conocimiento que adquiriste lograra esa flexibilidad necesaria (la humildad), pero, ya desistí a mis fuerzas de querer cambiar las cosas. Y pensé que sería mejor que por tu propia cuenta lograras algún día finalmente encontrar el verbo de la palabra.
-Un silencio superó al viento, a las personas caminando hablando de seguro un par de problemas, a las bocinas de los buques que a esa hora deberián haber interrumpido el aire, si, lo interrumpió todo.- 
No supiste luego que decir, y lo entiendo, quizás tengas razón en alguno de todo esos conceptos tecnificados que de cierta manera se han alejado de la realidad que hoy manejamos y conocemos. Es cierto, quizás no sé nada de lo que un doctor en temas de compresión lectora pueda admirar, pero, sé que he podido superar ya (finalmente), uno de mis temores, uno de los miedos más terribles que pude alguna vez vivir, el miedo a ser yo.

martes, 12 de junio de 2012

A las Aventuras de James


Querido amigo yo sé que piensas que la madurez es algo que se lleva en las palabras, en la cita a autores que supieron encontrar su madurez (encontrarse). Es cierto y puedes estar en lo cierto de que lo que digo es sólo charlatanería, es sólo un pensamiento, pero, de todas maneras me gustaría poder escuchar lo que tú conoces por madurez, o que es tal concepto para ti. Antes si, me gustaría poder hacer referencia a lo que por mi parte he visto en ti,  que no es sino, un perfecto signo de inmadurez que intenta ser una solides que quiere mostrar en la superficialidad de las palabras ese sentimiento que a ratos te recuerda que no puedes ser menos que el resto, que por ende - y por cierto- no piensas vivir esa sensación de llegar al límite de la locura, por no saber qué es lo que realmente se está haciendo mal, que es lo que realmente fue lo que alejo a las personas que quisiste de tu lado, que fue lo que sedujo a tu amada a tomar las decisiones que tomó, no, no lo sabes, pero tampoco quieres saberlo, y tampoco quieres escucharlo ( y es por eso que tu cara presenta signos de muecas y repulsión), pues eso sería -por cierto- como un mazo de Thor reventando los pilares que sostienen tu amarga alegría de sentirte superior al resto de los presentes ( a tu alrededor, a tus conocidos y a los por "conocer"), procurando utilizar las palabras justas, con un peso profundo, que sólo acude al recuerdo superficial del sentimiento. Es así, de esa manera, estimado, que tu quieres incitar mis palabras sobre ti, quizás conseguiste tu objetivo, de cierta manera - y lo digo así, de cierta manera, pues yo también pude conseguir lo que quería (aunque no es mi real satisfacción decírtelo, pues prefiero disfrutar del tiempo que queda libre procurando ver y respirar los colores de las estrellas.. .), dirigirme a ti -si, en esta falsa cercanía- pero dirigirme y hablarte un poco sobre lo que pienso de tus palabras, de tu madurez, de lo que alguna vez hablamos (si se puede llamar conversación). Yo sólo espero que siga todo como siguió, tu disfrutando de tu firmeza y seguridad y yo disfrutando de mi niñez, en los brazos de las personas que amo, o bajo la lluvia, o en un castillo de arena, o con un autorretrato en lápiz mina, o simplemente con mi cabeza entre las caricias de todo lo que amo.

lunes, 4 de junio de 2012

#022

. ..Y aunque las palabras siempre se encuentren más lejos que los sentimientos, siempre termino utilizando su abstracta concepción.

Luna Menguante


Me pregunté de pronto -mientras miraba la menguante luna eclipsada- ¿quién era?
y el humo que acababa de salir de mi boca al dejar consumar lo abstracto de mi pensamiento en aquellas coordinadas claves audibles, me lanzó la respuesta enredada en sus pomposas nubes.
Me contuve la memoria, pues no quise creer sus palabras, tan mías como la verdad que las teñía de vainilla.
Me contuve las ganas de llorar hasta secar cada uno de mis huesos, me contuve -y aún más me duele eso- pues también sé que fue en realidad un acto de cobardía.
Mientras, cada cosa iba dándole, en su propia medida, mayor peso a la respuesta muda.  Y yo intentando poder hacer nada, por no equivocarme y desencadenar un nuevo ciclo de injusticias sobre mi parecer, que en realidad no quería enfrentar.
Encendí el reproductor, me bajé no sé dónde, miré el horizonte -se podían identificar todavía esa mezcla (indescriptible para mi) de colores tenues-, caminé hacia el oriente, me senté en una especie de plataforma de cemento cerca al mar. Encendí otro pito de tabaco, vi al viento mecer el mar, y al mar intentando enfrentarlo, vi mi respiración enfriarse a unos centímetros de mi cara, sentí como de apoco más y más comenzaba a tensarse mi piel producto de las navajas heladas de la mañana, vi y sentí otras muchas cosas, pero decidí no seguir  temiendo, y decidí enfrentar las consecuencias del respirar y óxidarme. Decidí quitarme el miedo impuesto, morir, nacer y volver a morir. Lo decidí y así lo sentí.. .
Me acerqué un poco más a la baranda que separaba la implosión en mi cabeza de los lobos marinos que pasaban bajo mis pies y el concreto que sostenía la estructura, en silencio me subí a ella y me dejé llevar por el viento que comenzaba a cesar. El silencio sesó luego de un momento, justo en cuanto la menguante luna se desvanecía arriba entre las olas y mi vista.