viernes, 20 de mayo de 2011

Cinco runas, cinco versos.. .

Según el mago, este símbolo es el último, ahora debería recitar la plegaría a los dioses de los portales. .

Pensaba eso mientras ya comenzaba a armar mi mapa espacial de lo que sería el viaje y todas las cosas que sucederían después, y las que sucederán.
Al terminar de decir los versos del segundo portal (eran cinco en total.. .según los cálculos de la numerología, hechos previamente antes de saber que podía llegar este momento, en una de mis indagaciones a cerca de los laberintos que se esconden tras la imagen que reflejamos), comenzó algo extraño, mi voz se apagó -al menos eso fue lo que mis oídos me comentaron- pero la pulsación de mi hablar que hasta entonces comenzaba a pronunciar los enigmas del tercer verso, provocaba en la habitación pequeños destellos como de luz, que partían tomando su forma desde los símbolos que yacían circunscritos en la parte trasera de aquel deco-mural que me había conseguido y ahora sería la atmósfera de este tiempo sin límites. La sensación de leer sin leer ya estaba filtrándose en mi mente, el tiempo pareció detenerse (o esa fue la impresión que aquella luciérnaga que revoloteaba me había sugerido en uno de sus giros), en cuanto iba avanzando en los versos la sensación de que una nueva dimensión se estaba respirando entre estas cuatro paredes (que de su color de cielo natural, pasaron a tonos azules eléctricos, negros intensos, rojos difusos, índigos en expansión.. .), era más intensa y los ojos que ahora los lograba ver estaban envueltos en una calma parecida al trance. Ya cuando comenzaba a enunciar los hermosos versos astrales del último poema rúnico mi cuerpo empezaba a adivinar que el alma emprendía un viaje, mi viaje.. . un viaje sin viajar.. . hacia su regazo.
En el viaje recordaba lo maravilloso que había sido aquel diminuto espacio de días que juntos estuvimos, aquella conexión fortuita que logran formar las gloriosas formas de las nebulosas.
Las calles, los coches, las luces, las veredas, untadas con esa melancolía nocturna que concede la bahía de Valparaíso al andar vampírico de la bohemia porteña.. . la neblina y los barcos, los vórtices de la marea.. . las estrellas y la luna llena que propició este reencuentro sublime de mis sentidos, todas esta materia, seres y espacios, me recordaban mis intentos por encontrar el propósito de mi llegada a esta molécula en el universo, que llamamos Tierra.
Todos esos intentos, y ahora lo sabía, era todo, y era nada también, respirando a un mismo zumbido del reloj.
Aquel viaje sin viajar me llevó hasta sus cabellos que cubrían su rostro que dejaba descubierta una de sus mejillas, para cuando la luna quisiese regalarle unos versos.
Me deslicé casi sin llamar su atención, quería mostrarle de cierta forma cuanto estaba dispuesto a hacer por ella, pero el temor tiene la oportuna situación de sobrevolar el corazón débil, dejando que la concepción de nuestros deseos se vuelva polvo en los muebles y rincones de las habitaciones.. .le quité el cabello de sus labios y le besé .. .la quise en silencio y en la penumbra.Y al día siguiente sus ganas de verme fueron tal que sus pies le traicionaron y aferradas al temor se quedaron contemplando la trama de la pared que en silencio estaba recordando cada momento de mi llegada a su presencia. .
Aquella noche en que le acompañe sin acompañar hasta el amanecer, le vi llorar al filtrarse uno de los primeros rayos de luz, estas gotas que se deslizaban como serpientes sedientas, que procuran humedecer la piel para entibiecer los susurros y suspiros con los que las sequé, agradecidas me contaron su desdicha.. . no les creí de inmediato, pero luego todo su cuerpo se detuvo y me miró fijo, y me dijeron a un coro que conocer la eternidad ella no quería.. .

Esos rayos de luz fueron mostrándome la real situación del viaje.. . me encontraba tendido en el piso, eran cerca de las 10:00hrs, y debía mi silueta en clases.. .


09.05.2011

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